Los Santos Inocentes by Miguel Delibes

Los Santos Inocentes by Miguel Delibes

autor:Miguel Delibes
La lengua: es
Format: mobi
Tags: Clásica
publicado: 2011-01-20T21:26:16+00:00


El accidente

LIBRO QUINTO

Al llegar la pasa de palomas, el señorito Iván se instalaba en el cortijo por dos semanas, para esas fechas, Paco, el Bajo, ya tenía dispuestos los palomos y los arreos y engrasado el balancín, de modo que tan pronto se personaba el señorito, deambulaban en el Land Rover de un sitio a otro, de carril en carril, buscando las querencias de los bandos de acuerdo con la sazón de la bellota, mas a medida que transcurrían los años a Paco, el Bajo, se le iba haciendo más arduo encaramarse a las encinas y el señorito Iván, al verle abrazado torpemente a los troncos, reía,

la edad no perdona, Paco, el culo empieza a pesarte, es ley de

vida, pero Paco, el Bajo, por amor propio, por no dar su brazo a torcer, trepaba al alcornoque o a la encina, ayudandose de una soga, aun a costa de desollarse las manos y amarraba el cimbel en la parte más visible del árbol, a ser posible en la copa, y desde arriba, enfocaba altivamente hacia el señorito Iván los grandes orificios de su nariz, como si mirara con ellos, todavía sirvo, señorito, ¿no le parece?

voceaba eufórico, y; a caballo de un camal, bien asentado, tironeaba del cordel amarrado al balancín para que el palomo, al fallarle la sustentación y perder el equilibrio, aletease, mientras el señorito Iván, oculto en el aguardadero, escudriñaba atentamente el cielo, los desplazamientos de los bandos y le advertía,

dos docenas de zuritas, templa, Paco, o bien

una junta de torcaces, ponte quieto, Paco,

o bien, las bravías andan en danza, ojo, Paco,

y Paco, el Bajo, pues a templar, o a parar, o a poner el ojo en las bravías, pero el señorito Iván rara vez quedaba conforme,

más suave, maricón, ¿no ves que con esos respingos espantas

el campo?

y Paco, el Bajo, pues más suave, con más tiento, hasta que, de pronto, media docena de palomas se desgajaban del bando y el señorito Iván aprestaba la escopeta y dulcificaba la voz,

ojo, ya doblan,

y, en tales casos, los tironcitos de Paco, el Bajo, se hacían cortados

y secos, comedidos, con objeto de que el palomo se moviese sin desplegar del todo las alas y, conforme se aproximaban planeando los pájaros, el señorito Iván se armaba, tomaba los puntos y ¡pim-pam!,

¡dos, la pareja!

exultaba Paco entre el follaje, y el señorito Iván,

calla la boca, tú, y ¡pim-pam!

¡otras dos!

chillaba Paco en lo alto sin poderse reprimir, y el señorito Iván, canda el pico, tú

y ¡pim-pam!

¡una se le fue a criar!

lamentaba Paco, y el señorito Iván,

¿no puedes poner quieta la lengua, cacho maricón?

pero, entre pim-pam y pim-pam, a Paco, el Bajo, se le entumían

las piernas engarfiadas sobre la rama y al descender del árbol, había de hacerlo a pulso porque muchas veces no sentía los pies y, si los sentía, eran mullidos y cosquilleantes como de gaseosa, absolutamente irresponsables, pero el señorito Iván no reparaba en ello y le apremiaba para buscar una nueva atalaya, pues gustaba de cambiar de cazadero cuatro o cinco veces por día,



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.